Constanza Michelson: Desastre, nostalgia y volver a lo traumático
Constanza Michelson es Psicoanalista y escritora. La escritura y el psicoanálisis, como actividades, toman tiempo y reflexión y ella no escatima en eso. Editora en www.barbarie.lat en estos días lanzó su último libro, “Nostalgia del desastre: variaciones sobre el odio, el aburrimiento y la ternura”, por medio de Editorial Seix Barral. Se ha comentado que pareciera, a diferencia de anteriores obras, lo abordó desde otro punto de vista, en esos espacios entre la experiencia y la intimidad de quien escribe.
"Más que en el ensayo haya una historia, una narradora y una protagonista, que se confunden o no, en el libro hay efectivamente un trabajo distinto con el tratamiento del lenguaje. El lenguaje es una de mis obsesiones, en un sentido distinto que representa o comunica, sino que me interesa el lenguaje como algo que puede sostener, me interesa en tiempos en que la pregunta es de qué nos sostenemos, que no hay dioses en el cielo, sin grandes proyectos, cuando la incertidumbre se nos cuela por todas partes, me parece muy relevante el narrador interior, el que salva vidas, porque hace que uno se entienda mejor y pueda crear salidas”, nos dice.
Ella busca profundizar en una época difícil, porque diagnostica “un aburrimiento de cuando hay relato, pero sin historia”. Desde ahí buscó como desarrollar el texto, “yo quería una narradora no sólo que contara, sino que precisamente entrara en el problema de crear en el lenguaje”, enfatiza. Desde allí el resultado es, en sus palabras: “Una narradora que tiene cortocircuitos, que se confunde con la protagonista, que en la historia se equivoca, así como las personas narramos cuando narramos. Es algo más contaminado, más imperfecto, pero es, a la larga, algo de lo cual uno se sostiene. Esa función del lenguaje es lo que se está derritiendo en silencio, uno no es lo que dice, uno es lo que hace y esas son experiencias”, agrega.
Cumpliendo con su obsesión, continúa profundizando en el tema de la experiencia y el lenguaje: “En mi trabajo de psicoanalista esto se ha debatido mucho rato, todos los modelos de salud mental llevado a lo sanitario, plantea el paradigma de salud mental basado en medicamentos, que ayudan mucho cuando están bien indicados, pero dejan a la gente en silencio, sin implicarse en las propias experiencias. Así se pierde el aprendizaje, se pierde el sentido, porque nada sostiene", dice.
En una época en que tenemos la posibilidad de registrar y compartir los momentos que vivimos, pareciera que las emociones, que es lo que nos diría su valor, no se comparten. Al respecto. Michelson reflexiona: “Ninguna generación partió antes que la otra por saber cosas, todas van a tener las mismas encrucijadas: amor, duelo, dolor, violencia, etc. Pueden cambiar las formas, ¿no será nuestra propia relación con cada encrucijada y a nuestros lenguajes estereotipados, que prometen ahorrarse estas experiencias?”.
Desde este punto, la escritora va más allá: "Pareciera que nuestras fórmulas, nos quitan o van desgastando las posibilidades de resolver problemas o conflictos, sin un protocolo, acudir a un abogado o en el lenguaje de la guerra, como la generalización y el estereotipo. A veces es legítimo que te caiga mal alguien o le caigas mal. Camus decía que cuando uno busca la verdad, no puede odiar tanto, empieza a odiar mal y el que odia firmemente, está mintiendo, porque nada nos es tan ajeno. Vuelvo a lo del narrador interno, es importante entenderse mejor, entender algo en la condición humana, porque todas las experiencias tienen recovecos interesantes para buscar salidas, la pregunta es si hoy día buscamos encontrar salidas o destruir al enemigo", distingue.
Ante la idea de la empatía, como una suerte de entrada hacia la salida, señala inconforme: “La empatía es chiquitita, sirve para la gente que está cerca, los parecidos a ti y tiene una distancia cortita, mientras más distancia, menos empatía. El tema es cómo empujar, instituciones, prácticas y discursos que apunten a encontrar salidas, simbolizar, desinflamar, cuando hay nuevos líderes políticos que lo que hacen es inflamar el resentimiento, no ayudar a digerirlo para dar una vuelta. En un artículo leí que en las generaciones jóvenes, las mujeres están votando más hacia las políticas liberales de izquierda y los hombres votan más a políticas liberales en lo económico, pero conservadoras en lo cultural, incluso con la aparición de una misoginia renovada, incluso mayor que la de los hombres mayores. A mí esas señales me interesan”.
“El libro habla mucho de eso, sobre la violencia como algo que nunca se va a acabar, estamos llenos de políticas de corrección de ciertas cosas, como hablar de cierta manera o cumplir ciertos protocolos, que a veces se viven de manera asfixiante y por otro lado tenemos una explosión de violencia. Al mirar socialmente, ya sabemos que el lenguaje de la violencia no resuelve nada, pero el otro lenguaje tan aséptico tampoco”, sentencia.
Sobre el libro, particularmente su título, Michelson analiza: "Algunos entenderían que no se quiere tener nostalgia del desastre, que se quisiera superarlo, pero no es verdad, cuando ha habido un desastre, en una sociedad o en una vida individual, aunque digas que quieres salir de ahí, hay una tentación y una inconfesable nostalgia de repetir, volver a lo traumático y aumentarlo, porque a veces se vuelve un vicio. Después de un desastre, cuando se cierran las puertas al futuro, la posibilidad de que venga otra cosa, en esas zonas intermedias donde se juega todo, donde algo cayó y no sabemos todavía qué vamos a construir, ahí está la tentación de profundizar el desastre”.
Dentro de estos pensamientos y un ambiente sombrío y cierto, Constanza Michelson también cree que hay otras certezas, que nos comparte: "Las personas tenemos esa inteligencia de matizar, no todo está caído, no todo es desastre, esa inteligencia nos permite ser libres, perdonar, las cosas más magníficas que logra el ser humano".
Puede escuchar la conversación completa con la escritora y psicoanalista Constanza Michelson.