Chile debiera mirar con extrema preocupación lo que va a acontecer en la Argentina durante los próximos meses.
El flamante nuevo ministro de hacienda del país vecino acaba de anunciar, no lo que se esperaba, un plan de ajuste estructural de la economía, sino un paquete de 10 medidas de shock que incluye recortes en las dos primeras líneas de la burocracia estatal (ministerios y subsecretarías), el anunciado fin de los subsidios que han endeudado al Estado, pero que al mismo tiempo han permitido subsistir a millones de personas sumidas en la pobreza y una fijación cambiaria que va a acarrear en el corto plazo un aumento aún mayor de una inflación que se espera controlar tan pronto como los precios se ajusten al coste real de los servicios (sic).
Es difícil calibrar el impacto real que tendrán estas medidas en el corto plazo, pero es un hecho que se trata de una conocida receta que podría haber sido firmada por el FMI veinte años atrás y cuyo resultado conocemos bien: un sacrificio que siempre terminan asumiendo las clases medias y que ha estado detrás de otros tantos estallidos sociales pasado y por venir.
En Chile conocemos bien estas medidas. Los ministros de Economía y Hacienda de acá y de allá vivieron la misma Epifanía mientras cursaron sus postgrados y MBAs en las mismas escuelas. En Chile era otro tiempo, pero mucho me temo que las consecuencias sean las mismas. Y mucho me temo también que Chile se resentirá profundamente cuando la convivencia en Argentina comience a deteriorarse.
Será muy pronto, pero, ya lo decía un filósofo dos mil cuatrocientos años atrás: si la realidad no coincide con lo que pienso, pues peor para la realidad…
Félix Aguirre
Profesor Titular Escuela de Sociología
Universidad de Valparaíso