Sala Negra UV presenta obra sobre la disputa entre el olvido cómplice y la verdad
Casandra, una actriz que prepara una audición para “La Orestiada”, recibe una carta de su padre moribundo, que dejó de ver años atrás, donde le pide que vaya a su encuentro a Grecia para repatriar sus restos cuando muera y lleve consigo un viejo reloj. También le revela su horroroso pasado como agente represor durante la dictadura cívico-militar y cómo escapó del país y de la justicia, ocultándose por años.
Al retorno de este viaje Casandra tendrá que hacerse responsable de su libertad y decidir si olvida todo lo que conoció de su padre, destruir las pruebas que lo incriminan, o devolver un viejo reloj que perteneció a una víctima de su progenitor.
Ese es el argumento central de la obra “Recuerdos Incompletos de un Reloj” de La Máquina Teatro, que se presenta el viernes 25 y sábado 26 de noviembre a las 19horas en la Sala Negra de la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso, ubicada en Avenida Brasil 1647, Valparaíso.
La adhesión a las funciones es $3.000 público general y $2.000 estudiantes y personas mayores. Reservas en el Instagram @escuelateatrouv o al correo
La Máquina Teatro
La Máquina Teatro es un Colectivo Teatral que nace el año 2001 con el objetivo de crear proyectos escénicos en torno a la identidad nacional, replanteando la imagen de los personajes históricos, representando a los actores hasta ahora invisibilizados de los procesos sociales y explorando lenguajes escénicos que tengan conexión con las premisas que se desarrollan en cada uno de sus proyectos.
“Recuerdos incompletos de un reloj” es una puesta en escena donde Ignacia Moya interpreta a una actriz y sus sombras. Este conmovedor monodrama, escrito por Cristián Ruiz Gutiérrez y dirigido por Coca Duarte, lleva ese sello de calidad con que La Máquina Teatro ha desarrollado su trabajo durante más de veinte años: solvencia actoral junto a una propuesta de dirección minimalista, asertiva y sensible. La producción y asistencia de dirección la realizó Bastián Panadés, el diseño integral Natalia Morales y el universo sonoro Tomás González.
Cristián Ruiz Gutiérrez, dramaturgo y autor de la obra, explica que “del proceso de escritura recuerdo el pudor con el que desarrollaba la dramaturgia, pues me obligaba a empatizar con la hija de un torturador, que además oficia en mi disciplina: el teatro. A veces me parece que una obra que expone preguntas y desafíos sobre la memoria de hechos recientes y atroces desde un lugar casi incómodo puede generar pequeños cambios de perspectiva, generando minúsculas conductas de valor que puedan devenir en reparación”.
Respecto a la noción de archivo y la inspiración a través del testimonio de Andrés "Papudo" Valenzuela Morales, agente FACH y ex integrante del comando conjunto sobre detenciones, torturas y desapariciones a fines de 1984, Cristián comenta que “llega a través de mi cómplice dramaturgista, Coca Duarte. En rigor ella ha sido mi confidente/coach en la mayoría de mis procesos dramatúrgicos, y fue ella quien me habló de este testimonio, mientras volvía a leer mis tentativas sucesivas por llegar a puerto con esta pieza teatral”.
“El testimonio del Papudo fue iluminador, y no quiero que se mal entienda, en la esfera creativa de la dramaturgia. Es el primer agente de la DINA que logra darse cuenta de la maquinaria mortal en la cual era un engranaje perfecto; logra dimensionar el horror del cual era parte y me imagino que juntando el honor y la humanidad que le quedaba se acerca a la Vicaría para dar un testimonio que abriría muchos hilos investigativos hacia la verdad de uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Y trabajar con un documento real que provoca dolor, rabia, indignación y conmoción para lograr una obra que proponga un punto de encuentro simplemente fue iluminador”.
Coca Duarte, directora de la obra, cuenta que “el trabajo de la memoria es muy delicado, pues, a menudo se trata de recuerdos incompletos. Significa ir indagando en la memoria de Chile mediante una investigación no sólo artística sino que histórica, reconocer y validar testimonios, objetos, noticias, además de recordar como equipo artístico hitos de nuestra memoria personal para ir entretejiendo los hilos que dotan a esta vivencia de lo personal y humano”.
“Invito a espectadoras y espectadores a compartir un viaje sorprendente y emocionante a la memoria de Casandra, una mujer cuyo reencuentro con su padre es un doloroso reencuentro con la memoria de nuestro país”, finaliza.