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Sergio Rojas y 18-O: "No creo que haya una revuelta como la que conocimos en su momento"

20/10/2025
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A un año más del estallido social, es un momento en nuestro país para dar una mirada y un debate acerca de lo ocurrido, en mirada con perspectiva del tiempo. Para eso conversamos con Sergio Rojas, quien es filósofo, doctor en literatura, profesor de la Facultad de Artes y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Hace un tiempo atrás Sergio Rojas publicó un libro “¿Qué hacer con la memoria de octubre?” por una editorial local, Ediciones Inubicalistas y que ha realizado un análisis respecto de lo que significó lo ocurrido desde el 18 de octubre del 2019.

Rojas propone el término "Revuelta" como más adecuado que "Estallido social". Señala que este concepto permite acercarse a una lectura más próxima a su interpretación de lo ocurrido, ya que usa "Revuelta" diferenciándola de "Revolución", argumentando la ausencia de un proyecto político claro o una propuesta estructural alternativa. 

También considera que un concepto central que subyace a la Revuelta es el "malestar," entendido como una insatisfacción ante la totalidad del modo de vida existente, que es inviable, y no simplemente una demanda por la carencia de objetos o necesidades específicas, que ha decantado en resignación y escepticismo político para efectuar cambios.

- Partamos bien en general para darle también la amplitud al tiempo y el concepto. Quería preguntarle acerca del hecho y si usted también sostiene este concepto, Estallido social.
- La verdad es que, lo que allí sucedió es algo que pienso todavía lo tenemos por delante, ¿no? es un acontecimiento muy tremendo, muy disruptivo, y que fue tan sorpresivo el modo en que aconteció, como también el modo en que pareciera haber desaparecido y estar nuevamente contenido, haber regresado hacia ese hacia ese espacio tiempo desde donde no sabemos cómo salió. Yo lo nombro como Revuelta. Es el concepto que me parece más adecuado. No digo respecto a los otros en sí mismos, sino que más adecuado en relación a la lectura que yo propongo, estableciendo una distinción entre lo que es la revuelta y lo que es la revolución, las expectativas revolucionarias que podría haber tenido la revuelta, entendiendo aquí por revolución, ¿no es cierto?, una transformación estructural del orden de nuestra sociedad, el orden de nuestra convivencia. Entonces, ese es el nombre que a mí me resulta está más pertinente, como digo, de acuerdo a los análisis, a las reflexiones que yo he ido desarrollando, el nombre de revuelta. 

- Quería que profundizara en el concepto.
- Bueno, la revuelta se relaciona y se diferencia al mismo tiempo con la revolución, ¿no? la revuelta en su momento disruptivo de alteración radical del orden cotidiano y al mismo tiempo su carácter podríamos decir universalmente convocante, o sea, en el momento de la revuelta la que nosotros vivimos, estábamos todos todas de alguna manera concernidos, ya sea que estuviesen participando concretamente o estuviesen en la distancia preocupando, reflexionando, etcétera. Bueno, estamos hablando de Chile, pero tengamos presente también que la revuelta fue en ese momento un fenómeno, podríamos decir, planetario, ocurrió simultáneamente en muchos lugares, pero el caso de Chile era especialmente significativo, porque se interpretó también en múltiples lugares en el mundo, se interpretó la revuelta como una reacción frente a lo que llamamos el orden neoliberal. La expectativa era una transformación radical, profunda, estructural de ese orden neoliberal, que es algo que también está en discusión, qué significa este orden. Entonces, en ese sentido, había una expectativa, podríamos decir, revolucionaria. Había un coeficiente revolucionario en la revuelta. Sin embargo, con el tiempo fue quedando, creo yo, cada vez más más en evidencia, que lo que animaba la revuelta en lo en lo profundo era lo que se denominó el malestar. El malestar no es necesariamente una no implica necesariamente un proyecto, una representación respecto al estado de cosas, hacia dónde debiésemos avanzar, no implica necesariamente un programa político, sino que el malestar, podríamos entenderlo, así lo he lo he definido, como una insatisfacción, pero una insatisfacción que a diferencia de las múltiples insatisfacciones que nos mueven en la existencia, en la medida en que se transforman en necesidad, esta insatisfacción que nombramos como malestar es algo que no puede traducir en una necesidad, no por la carencia de un objeto determinado, de una necesidad determinada que sea necesario solucionar, satisfacer, sino que es una insatisfacción ante la totalidad de la existencia, como insatisfacción ante el modo en que estábamos viviendo. Entonces, en ese sentido, creo que lo que anima a la revuelta con todas sus diferencias, es el sentimiento, la convicción en cierto sentido que el modo en que estamos viviendo es imposible, que es una forma de vida que es inconducente, pero lo que no estaba para nada claro, y tampoco hoy, es que hacia dónde evolucionar esto, qué estado de cosa es lo que tendría que venir a ocupar, a relevar, el modo en que en que vivimos. Entonces, en ese sentido, el coeficiente revolucionario que supuestamente tenía o debía tener la revuelta desaparece, se va disolviendo. Y eso creo que quedó suficientemente claro con el desenlace de este proceso en el en lo que se llamó el plebiscito de salida, el primer plebiscito respecto al primer borrador constitucional que se propuso. Y en ese sentido el concepto de revuelta me parece muy pertinente, por la difícil, o sea, la inevitable relación que tiene con una expectativa revolucionaria, pero al mismo tiempo la atajante separación entre respecto a esas expectativas que son finalmente inviables.

- Cuando usted presentó este texto en nuestra casa de estudios, usted también utilizó el concepto de impugnación, ¿Por qué actualmente no existe ese cuestionamiento al actual orden de las cosas del 2025, digamos, con el mismo tenor?
- Esa distancia, esa reserva, ese escepticismo, respecto a lo que podríamos llamar el orden hegemónico de nuestra de nuestra existencia cotidiana, ese escepticismo sigue existiendo. Yo diría que la diferencia está en que hoy en el clima cotidiano de nuestro país hay una suerte de resignación, cosa que no estaba en ese momento. Recordemos la leyenda que se hizo eslogan, "No son 30 pesos, son 30 años". Es muy interesante ese cuestionamiento, porque se dirige a la democracia. Fue la consolidación de las prácticas neoliberales, con el retorno a la democracia. Ese primer periodo fue un periodo de mucho desarrollo en el país, es lo que algunos han denominado un neoliberalismo progresista, que se caracteriza por una, podríamos decir, una política de la inclusión, de las personas en las prácticas neoliberales, de manera de atender a cuestiones de manera estructural y eso fue algo real, efectivamente sucedió, pero claro, con una economía basada en la deuda. No estaba constituyéndose algo que en sentido estricto nunca ha existido en América Latina ni tampoco en Chile, que es el estado de bienestar, pero había una confianza en que el mercado puede solucionar los problemas de las personas de una manera más eficiente que el Estado. Entonces esta idea de la función subsidiaria del Estado, que estaba establecida en la Constitución del 80 y que es una de las ideas fundamentales de Jaime Guzmán en ese proyecto, se fue perdiendo progresivamente, fue apareciendo el descontento sin que eso significara un retorno del Estado. La crisis de la democracia tiene mucho que ver con la crisis de la confianza en el Estado, o sea, se fue produciendo, podríamos decir así, un desplazamiento, desde la política a la economía, desde el estado al mercado, incluso desde la sociedad al individuo. Margaret Thatcher dice, "La sociedad no existe, lo que existen son los individuos y sus necesidades”. Entonces, todo esto hace que hoy día hay un descontento, hay un descontento profundo en la sociedad, pero, creo mi percepción, por supuesto que puedo estar equivocado, pero mi percepción es que no hay una revuelta en el horizonte y esa es una gran diferencia con lo que ocurrió en ese momento. No, hay una revuelta en el horizonte, no porque se haya recuperado una suerte de confianza en el orden de nuestra existencia, en el orden social, político, económico de nuestra existencia, sino que hay una especie de resignación. En ese sentido, Chile cambió. Chile cambió y hoy día el escepticismo más bien cunde en la población. Este me parece un punto importante, esa crisis del neoliberalismo progresista.

- Tuvimos dos procesos constitucionales de distinto tenor y en ambos se rechazaron sendas propuestas respecto de un cambio en el orden, respecto del Estado, el Mercado ¿Hasta qué punto esa misma situación de resignación viene un poco de estos procesos constitucionales?
- Claro. Hay que ver el itinerario que hace Chile, digámoslo así, desde la revuelta hacia su desenlace, desde mi perspectiva, el desenlace de la Revuelta fue el resultado del plebiscito del primer borrador constitucional, el segundo borrador era ya la crónica de un rechazo anunciado. Este itinerario que hace Chile yo diría que es bastante impresionante, porque se ha insistido muchísimo en que fue un error interpretar el ánimo, la demanda que existió en la revuelta como algo que podía de alguna manera sintetizarse, en la voluntad de un cambio constitucional y desde mi perspectiva creo que era necesario. No se trataba de que era eso lo que se estaba pidiendo o no, sino que me parece que una cuestión absolutamente necesaria, incluso un asunto de responsabilidad, intentar hacer una traducción política de la revuelta, porque la revuelta claramente desbordaba la política y desbordaba toda instancia de representación. Entonces, lo que era necesario hacer era reingresar eso que estaba manifestándose en la revuelta, esa voluntad, ese descontento, en el ámbito político. Esa traducción tenía que estar a la altura de lo que estaba pasando, o sea, todo el país, conmovido, paralizado, todos concernidos por esto, lo único que podía estar a la altura de lo que estaba sucediendo era un cambio en la Constitución. Lo único que podía estar políticamente a la altura. Y entonces, por eso digo, me pareció un itinerario necesario y el resultado, el borrador constitucional, era la expresión de ese malestar, Los derechos sociales que se incluyeron, más de 100, ahí estaban. Yo veía la posibilidad que de pronto todo Chile empezara a discutir, a discutir todo, no se trataba que ese borrador si era aprobado en el plebiscito se iba a instituir inmediatamente, sino que iba a dar inicio a un proceso, y eso bueno, a mí lo me parecía, me generaba muchas expectativas, todo el país discutiéndolo todo. Eso se rechazó y en ese sentido lo que se puso de manifiesto allí fue justamente la negatividad. Con negatividad quiero decir la fuerza con que la revuelta decía no a esto, pero no estaba, no había allí cierto, la posibilidad de traducirlo en una propuesta. Entonces, el rechazo en el plebiscito no es el rechazo a la revuelta, sino que incluso se podría leer como la confirmación de la potencia de la revuelta, en cuanto a su capacidad de decir no. Ahora el escepticismo de hoy es un escepticismo frente a la política, en general, frente al Estado. Pero hay un fenómeno también muy interesante, muy potente, uno de los nombres más consensuados es lo que se denomina políticas de la identidad, levantando banderas de identidad, desde los feminismos, los pueblos originarios, desde los grupos organizados y no organizados de migrantes, desde las disidencias, son demandas que ya no tienen la bandera de lo universal, como era lo clásico, de la izquierda, por ejemplo, y su concepto de pueblo, concepto de clase, de conciencia de clase, etcétera, sino que son sujetos de alguna manera particulares, ese es un fenómeno muy importante, muy complejo al que es necesario hoy día atender.

- Hay un fenómeno en la política como la polarización y esto en clave electoral se ha hecho más de manifiesto, cómo usted analiza esto en la perspectiva que parte de este fenómeno también se manifestó en el Estallido social y en los debates políticos que tuvimos respecto de los procesos constitucionales. Cómo ve en este minuto el escenario, totalmente distinto al 2019.
- Bueno, sí, sin duda estamos en un escenario distinto y subrayo ahí el término escenario, o sea, lo que se ve, lo que se escucha pareciera ser radicalmente distinto a lo que ocurrió el 2019. Sin embargo, yo pienso que esto es parte de ese proceso, es todavía un efecto de ese proceso. La polarización de los discursos es expresión, sigue siendo expresión del malestar, expresión de la irritación, de la rabia, incluso de formas de odio que hoy día existen. Una expresión habitual en los medios de comunicación hace referencia a lo que se llama la preocupación de la ciudadanía. Los ciudadanos preocupados, por el fenómeno de la migración, por la delincuencia, incluso cuando esa preocupación no está avalada por cifras objetivas, pero como que se le baja el perfil a las cifras, a los antecedentes que entrega muchas veces la misma policía y la prensa también colabora en darle especial relevancia a la preocupación, como si bastara la preocupación para atender inmediatamente a ella como una realidad. Entonces, esa preocupación no es la causa, sino que yo diría que es un efecto de esta polarización, en un contexto donde la política va a la baja. Creo que hablar de una polarización política es un es un error, no hay una polarización política. Esa polarización se instala allí en donde la política está ausente, en donde las propuestas políticas, incluso ideológicas, están ausentes, ahí se instala esto que podríamos llamar la preocupación, que se traduce en esta polarización, que es expresión más bien de una irritación. Entonces vuelvo a la idea que comentábamos hace un rato, el malestar está inscrito, está de alguna manera contenido, lo que significa que permanece, pero al mismo tiempo está como invisibilizado, reprimido, pero está allí. Entonces, lo que se llama polarización política surge no como expresión de ese malestar que supuestamente todavía está allí, sino que es todo lo contrario, es una invisibilización de los problemas estructurales hoy día alojados en nuestra cotidianidad. Cuando digo alojados quiero decir como señalaba recién, contenidos.

- Cuando ocurre esto, ¿Qué hace que eso invisible y contenido salga del continente y se haga visible?
- Creo que eso se está manifestando de distintas maneras. Lo que sucede es que, como decía hace un rato, no creo que se vaya a producir una revuelta, no hay una revuelta en el horizonte, creo que no hay como vaticinar nada respecto a esto, pero sea cual sea el resultado de la elección presidencial que ya se nos viene, no creo que haya una revuelta como la que conocimos en su momento.

- Le agradezco mucho el tiempo con la radio de la Universidad de Valparaíso. 
- Muchas gracias Ricardo por esta conversación.

Foto: Puerto de ideas.